Un número importante de países latinoamericanos ingresaron al siglo XXI gobernados por partidos políticos y líderes que simpatizaban con ideas progresistas y de izquierdas, fenómeno denominado por un sector de la academia y los medios de comunicación como “Marea Rosa”. Sin embargo, algunos reveses electorales y victorias recientes de partidos de centro-derecha parecen indicar que la marea ha comenzado a ceder, dando lugar a un recambio ideológico a nivel continental. Las consecuencias políticas, económicas y geopolíticas aún son inciertas.

Claves

  • Las fuerzas progresistas latinoamericanas gozaron de gran popularidad durante la primera década del siglo XXI.
  • Supieron aprovechar, por un lado, el descontento social producto de las políticas de la década de 1990, y por el otro, el boom de los commodities, canalizando recursos a las políticas sociales.
  • La crisis financiera internacional revirtió estas tendencias y la hegemonía progresista se ha visto debilitada en los países más importantes del continente, dando lugar a victorias electorales por parte de la centro-derecha.
  • Las relaciones con Estados Unidos, China y los procesos de integración regional podrían verse alterados bajo este nuevo escenario.

Emergencia de la Marea Rosa

La década de 1980 fue para América Latina la década perdida en términos de desarrollo económico. La decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América de elevar su tasa de interés trajo aparejada una fuga de capitales desde los países en vía de desarrollo, encareciendo su acceso al crédito y desencadenando, en última instancia, una crisis de deuda pública de enormes proporciones. Hiperinflaciones, recesión económica y aumento sostenido de la pobreza extrema y la desigualdad fueron algunas de sus consecuencias.

En respuesta, los organismos multilaterales de crédito (especialmente el Banco Mundial y el FMI) diseñaron planes de rescate económico para los países más castigados por la crisis, que incluían exigencias económicas y políticas: los famosos planes de reforma estructural. El conjunto de estas demandas, popularizadas bajo el nombre de Consenso de Washington, consolidaron en el continente la hegemonía del pensamiento económico neoclásico (más conocido como neoliberalismo).

Los países que se plegaron lograron estabilizar sus economías e incluso fueron testigos de años de crecimiento económico sostenido. Sin embargo, el efecto tequila de 1994 y el default de la deuda pública rusa en 1998 desestabilizaron el panorama continental y evidenciaron las falencias de las propuestas neoliberales, fundamentalmente en lo que respecta al combate a la pobreza y la desigualdad social. Así, numerosas movilizaciones populares dieron lugar a crisis socio-políticas que culminaron en el acceso al poder de fuerzas políticas de corte progresistas, ciclo inaugurado por la victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales venezolanas de 1998.

Según afirma Jorge Castañeda en su artículo publicado por The New York Times, “estas administraciones gobernaron bien, mejoraron la vida de sus constituyentes y promulgaron políticas macroeconómicas sensatas. También tuvieron suerte. De aproximadamente 2003 a 2012, América Latina disfrutó de uno de los mayores auges de materias primas en su historia moderna. Exportando desde petróleo a soja, los gobiernos latinoamericanos obtuvieron ganancias inesperadas que gastaron en programas sociales”. Por su lado, Nikolas Kozloff del Huffington Post argumenta que “cualesquiera que hayan sido sus defectos, la izquierda sudamericana fue la fuerza más potente y bien organizada de su tipo en todo el mundo”.

Cambio de ciclo

La hegemonía progresista latinoamericana comenzó a debilitarse una vez que los efectos de la crisis internacional fueron impactando gradualmente en las economías del continente. Ruchir Sharma, de la revista Time explica que “en 2015, a medida que los precios de las materias primas caían a sus valores mínimos de varios años, los tiempos difíciles regresaron como una venganza sobre América Latina. En toda la región, el crecimiento económico se volvió negativo y la inflación alcanzó el 15 %, su nivel más alto desde las crisis cambiarias de los años noventa”.

Además de la crisis económica, Jorge Castañeda destaca que “demasiados líderes de la izquierda latinoamericana cayeron presos de la corrupción endémica de la región (…) mientras que algunos no resistieron a las tendencias autoritarias y amordazaron a la prensa, atacaron al poder judicial, hostigaron a los líderes de la oposición y manipularon los sistemas electorales”.

Una serie de eventos político-electorales adversos han evidenciado la progresiva pérdida de terreno por parte de los oficialismos de izquierda:
  • Derrota del partido de Rafael Correa en Ecuador en las tres principales alcaldías del país en las elecciones seccionales (febrero 2014)
  • Victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de Argentina (noviembre 2015)
  • Victoria de la oposición en las elecciones legislativas en Venezuela (diciembre 2015)
  • Victoria del NO en el referéndum en Bolivia que buscaba modificar la constitución para permitir al presidente Evo Morales postularse nuevamente a elecciones (febrero 2016)
  • El proceso de destitución de Dilma Rousseff en Brasil (agosto 2016)
  • Rechazo a los Acuerdos de Paz con la guerrilla en el plebiscito celebrado en Colombia (octubre 2016)

A pesar de estos reveses, Ernesto Talvi del Brookings Institute, advierte que no “debemos sorprendernos de que la ‘Marea Rosa’ de América Latina esté retrocediendo. La evidencia histórica de los últimos 40 años muestra que los ciclos políticos dentro de la región están altamente sincronizados y tienden a reflejar los auges y crisis económicas”. Sin embargo, ¿cuáles serán las consecuencias de este resurgir conservador en América Latina?

Potenciales consecuencias geopolíticas y económicas

De acuerdo al Editorial Board del New York Times, “Los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil, por ejemplo, están más dispuestos a ampliar la cooperación con los Estados Unidos de lo que lo han estado desde el cambio de siglo”. Devon Haynie de U.S. News está de acuerdo al sostener que “la ‘Marea Rosa’ está retrocediendo rápidamente, dando a los Estados Unidos la oportunidad de asumir un papel más importante en la región, al menos si el presidente Donald Trump decide aprovechar la oportunidad”.

En este sentido, la postura aislacionista del actual presidente norteamericano, su crítica sin cuartel a la inmigración latinoamericana, su decisión de paralizar los avances realizados con Cuba y, fundamentalmente, su imprevisibilidad no permiten atisbar de manera clara qué pasos seguirá la potencia norteamericana. De acuerdo con un artículo publicado en Le Monde Diplomatique por Horacio Crespo la relación de la región latinoamericana “con Estados Unidos a partir de las hipotéticas políticas de Trump estará signada por el bilateralismo, el predominio de los negocios privados, el interés en las materias primas vitales y los puntuales intereses estratégicos y militares. Es problemático alimentar expectativas de una política activa de Washington en la región más allá de estos elementos”.

Con seguridad, China profundizará su penetración en el continente a través de las herramientas que ya ha venido utilizando durante los últimos años, como “millonarias inversiones, contratos de suministro a largo plazo de materias primas y adquisiciones de activos por todo el planeta” al decir de Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal en su libro La silenciosa conquista China.

Por otro lado, de acuerdo con The Economist, “nunca ha habido un mejor momento para la integración latinoamericana”, ya que algunos de los nuevos gobiernos de centro-derecha son más abiertos al libre comercio que sus antecesores de izquierda, especialmente en el MERCOSUR, y existirían posibilidades de alcanzar cierta convergencia entre éste y la Alianza del Pacífico. Sin embargo, aún no se han implementado medidas concretas al respecto.

Conclusión

Es evidente que el continente Latinoamericano se encuentra bajo un proceso de cambio político y sus alcances y consecuencias aún no son del todo claras. La izquierda ha perdido terreno después de una década larga de hegemonía, aunque aún controla algunos gobiernos de la región, principalmente Uruguay, Bolivia y Ecuador. La incertidumbre internacional y, fundamentalmente, la falta de previsibilidad de la Administración Trump tampoco contribuyen a la hora de pensar escenarios futuros. Un número considerable de los nuevos gobiernos defienden posturas más abiertas al libre comercio y menos críticas del papel de la potencia norteamericana en el continente, pero coinciden con una etapa de repliegue estadounidense hacia dentro de sus fronteras. En este contexto, cabe esperar una profundización de la estrategia de penetración china en el continente para llenar el vacío dejado por los Estados Unidos al mismo tiempo en que podrían reforzarse los procesos de integración regional en clave librecambista. Sólo una mirada atenta y el paso del tiempo permitirán confirmar estas tendencias.