Claves

  • Tanto en Europa como en Latinoamérica, el ascenso e influencia de movimientos y líderes con rasgos populistas y nacionalistas se ha consolidado en 2018
  • El populismo carece de ideología, pero es una práctica política que responde emocionalmente a los problemas de las democracias liberales y genera posturas en las que se deslegitima al adversario.
  • Un ejercicio de autocrítica y de políticas y mensajes renovados por parte de los partidos liberales podría contener el ascenso populista, pero el interrogante queda abierto.

 

El dinamismo de los movimientos populistas y de demagogia es una realidad. Según un Informe del Instituto Tony Blair para el Cambio Global, el atractivo de los partidos populistas en Europa se ha incrementado en las últimas dos décadas. En Europa del Este los partidos populistas obtuvieron un 9.2% de los votos en 2000, y un 31.6% en 2017. En Europa Occidental, el fortalecimiento de populistas de extrema derecha, ha hecho que partidos de centro derecha asuman posturas más extremas, en especial nacionalistas en cuanto a la inmigración. Del mismo modo, su presencia ha hecho difícil articular coaliciones ideológicamente coherentes.

Algunos de los ejemplos europeos más recientes son:

  • A finales de 2017, en Alemania, el partido de extrema derecha Alternativ für Deutschland cosechó un 12.7% de los votos, su mejor resultado histórico.
  • El 14 de marzo, en Italia, la Liga del Norte, partido de ultraderecha, obtuvo 17.4% de los votos el 14 de marzo de 2018, y la popularidad de Matteo Salvini, su líder, ha ido en aumento. Una coalición de derechas e izquierdas gobierna.
  • En abril, el primer ministro húngaro Victor Orban aseguró cómodamente un tercer mandato en una elección dominada por el tema migratorio.
  • En septiembre el partido anti-inmigración, Demócratas de Suecia, obtuvo un 18% en medio de una correlación de fuerzas parlamentarias complicada.

Por otra parte, las dos economías más grandes de Latinoamérica votaron masivamente por candidatos con rasgos populistas. En julio, Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) en México, en octubre, Jair Bolsonaro en Brasil.

Según Marta Lagos, directora ejecutiva de Latinobarómetro, la elección de AMLO en México muestra cómo los candidatos “extramuros” del establishment político, se transforman en el nuevo establishment. Elegir a un “no político” que fustiga la política tradicional es lo que está en boga en una región donde la política está siendo cuestionada. América Latina tiene 650 millones de habitantes, los dos presidentes electos representan 329 millones de habitantes (Brasil 207 y México 122 millones). Concluye que “El problema principal de las democracias en América Latina es el deterioro de las élites, la corrupción y la desconfianza ciudadana en las instituciones de la democracia, sumada a la falta de conducción democrática de sus líderes”

En el Informe Latinbarómetro sólo en 9 países de los 18 estudiados en la región, el apoyo a la democracia es superior o igual al 50%, liderado por Venezuela que marca 75% seguido de Costa Rica con 63%, Uruguay con 61% y Argentina con 59%, en el otro extremo se sitúan con el menor apoyo; El Salvador y Guatemala con 26%, seguidos por Brasil y Honduras, 34%.

¿Es el populismo una ideología?

El Informe del Instituto Tony Blair para el Cambio Global precisa algunos aspectos de su definición. No considera el populismo como una ideología sino como una lógica de organización política, en cuyo centro figura una distinción entre amigos y enemigos, donde quienes apoyan a los populistas están representados como legítimos y sus opositores como ilegítimos. Y puede tener lugar en cualquier punto del espectro político, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda. En segundo lugar, se limita a considerar como populistas únicamente a aquellos partidos y líderes que alegan representar la verdadera voluntad de la gente en oposición alas élites locales, inmigrantes, grupos étnicos, religiosos o minorías sexuales.

Según William Galston en un artículo publicado para el Brooking Institutions, un think-tank, resulta evidente que el populismo europeo ha ganado fuerza por la oposición a la inmigración masiva, a la liberalización cultural y a la renuncia percibida de la soberanía nacional a distantes organismos internacionales. Agrega que, de dejarse desatendido, el ascenso del sentimiento anti-migratorio, y anti-internacional podría tener graves consecuencias para la democracia liberal.

Escenarios y posibles respuestas

Según el informe del Institute for Global Change, existen tres escenarios futuros básicos para el populismo en Europa. El populismo podría ser un inocuo interludio. O podría representar la nueva normalidad, cambiando las políticas públicas a largo plazo, sin representar una amenaza real a la estabilidad del sistema. También podría ser el presagio de una consolidación democrática, aumentando las posibilidades de que el futuro de la democracia europea se encuentre más amenazado de lo que muchos científicos sociales creen.

En cuanto a Latinoamérica, la situación es más volátil, y a pesar de tener problemas distintos, pueden establecerse paralelismos con el populismo europeo: su ascenso también ha estado marcado por una rebelión percibida contra élites económicas o políticas. Y la debilidad institucional puede hacerlo más difícil de superar.

Una alternativa mencionada en The Economist en contraposición al ascenso del populismo es una renovación en el pensamiento y práctica del liberalismo a nivel global. Afirman que los liberales deben pasar menos tiempo menospreciando a sus críticos como tontos o fanáticos y más tiempo arreglando lo que está mal. Deben apropiarse del nacionalismo y llenarlo con un orgullo civil inclusivo, y redescubrir su creencia en la dignidad y autonomía del individuo reduciendo sus propios privilegios. Concluyen que, si prevalecen, será porque sus ideas son superiores en cuanto a la habilidad de esparcir libertad y prosperidad.

¿Podrán los liberales comunicar efectivamente lo anterior en 2019 y más adelante? Los procesos electorales de los próximos meses contribuirán a la respuesta.