Claves

  • El escándalo por la filtración de información privada de usuarios de Facebook a través de la empresa Cambridge Analytica ha vuelto a poner en primer plano la protección de datos.
  • ¿Han influido estos escándalos así como las crisis fiscales occidentales en un mayor control de las grandes plataformas de datos?
  • Aunque el panorama es incierto y cambiante, se dibujan tres posiciones generales: EE.UU. apuesta por una regulación laxa que permita la explotación privada y comercial de los datos; China apuesta por utilizarlos desde el Estado para controlar a los ciudadanos; y la UE intenta buscar un equilibrio en cuyo vértice esté la salvaguarda de la privacidad o el derecho al olvido digital.

 

Una guerra fría digital

La filtración de datos privados de usuarios de Facebook provocó que su máximo responsable, Mark Zuckerberg, compareciera ante el Congreso de Estados Unidos. Su testimonio, con soporte gráfico elocuente, ha sido analizado como la superioridad del poder político frente al económico que representan las nuevas multinacionales de las redes sociales y el comercio electrónico. Google, Apple, Facebook o Amazon (conocidas por el acrónimo GAFA) se han visto sometida a crítica social, desgaste reputacional y reformas fiscales que buscan aumentar su aportación a los recursos de Estados que las ven con una mezcla de temor político y esperanza económica.

El escándalo de la filtración a través de la compañía Cambridge Analytica ha vuelto a poner sobre el tapete la cuestión de fondo que se dirime en la relación entre estas empresas y los Estados. ¿Es legítimo permitir que estas compañías utilicen comercialmente esta información? ¿Existe la posibilidad de que los gobiernos usen estas herramientas para controlar mejor a sus ciudadanos en un entorno marcado por la regresión en las libertades? ¿Debe controlarse el uso de los datos privados por una cuestión moral basada en derechos fundamentales?

Unión Europea y protección de datos, una postura intermedia entre China y Estados Unidos

A grandes rasgos, las respuestas a estas tres preguntas dibujan a los contendientes o polos representativos globales en cuanto a la gestión de datos. En el primer caso, encontramos el enfoque de Estados Unidos, acorde con su tradición económica. En este caso, las empresas, cumpliendo un suelo mínimo de reglas, están legitimadas para explotar la información recabada para ofrecer un servicio comercial, electoral o político mucho más preciso, cobrando aquí importancia capital los analistas del Big Data.

En cambio, China, de forma consecuente con su régimen crecientemente autoritario tras el XIX Congreso del Partido Comunista Chino que ha encumbrado de nuevo a Xi Jinping, utiliza la técnica y la información para afinar el control sobre la población. La potencia asiática es aquí la contracara de Estados Unidos, en una suerte de Guerra Fría 2.0 que tiene en la gestión de datos su hecho diferencial. China ha presentado programas de puntuación de ciudadanos en función del comportamiento que los datos y la videovigilancia transmiten a las autoridades. Además, ha prohibido o restringido temporal o totalmente el uso de determinadas redes y servicios de mensajería como WhatsApp.

En un lugar intermedio se encuentra la Unión Europea. Escarmentada por las supuestas injerencias rusas en determinados procesos electorales como el Brexit, la crisis catalana en España o las elecciones presidenciales francesas, la UE ha buscado representar un consenso entre la postura liberal estadounidenses y la controladora de China. Así, la Comisión Europea, el Gobierno comunitario, ha reforzado la task force, el equipo contra las fake news y estudia qué cambios legales y normativos pueden ser necesarios en la gestión de datos privados que puedan ser utilizados espuriamente con fines políticos. Como sucedió con Cambridge Analytica en el caso del Brexit o las elecciones estadounidenses.

Una batalla jurídico-política sin final claro

En un orden global en redefinición no está claro cuál será el modelo que se impondrá en la gestión y explotación de datos. Si nos guiamos por la correlación de fuerzas de las distintas posiciones geopolíticas, cabría pensar automáticamente que al dominio de una gestión privada de dicha información (representada por EE.UU.), le seguirá la sustitución por un enfoque estatalista que prime el control ciudadano. Existe aquí un debate general entre la seguridad y la libertad que recuerda a las elecciones morales y políticas que nuestras sociedades han debido afrontar en otros asuntos como el terrorismo.

Las apuestas entre ambos contendientes geoestratégicos están claras. Y por eso adquiere mayor relevancia aún la posición intermedia de la UE. El ejecutivo comunitario, representado por la Comisión, busca el equilibrio entre las oportunidades económicas de la explotación de datos para el microtargeting electoral y comercial que representa el enfoque de EE.UU., y el control estatal de China, que ofrece contrapartidas de seguridad en un entorno marcado por la ansiedad ante el auge del terrorismo y cierta alarma social contra la inmigración.

Esta posición intermedia de la UE es del mayor interés de los otros dos contendientes. Empresas estadounidenses y chinas han puesto su atención y sus recursos en las empresas europeas de datos, así como en las consultoras que ofrecen servicios de lobby en Bruselas para regular estos asuntos. La de los datos es una industria joven que, sin embargo, puede volver a dar lustre y peso al viejo continente. Aún no sabemos si su enfoque representa la vanguardia del sector o el mayor freno a su desarrollo privado y público.